lunes, 15 de noviembre de 2010

Dios nos salve del político populista

Hay algo de fascinante en el análisis sociológico del populismo como forma de hacer política. No es fácil explicar la capacidad de algunos políticos para perpetuarse en el poder a pesar de su forma de hacer las cosas, coqueteando con la corrupción (cuando no practicándola). Berlusconi es el paradigma (en América, Hugo Chaves) pero en el suelo patrio también contamos con dignos representantes de esta clase política, Carlos Fabra, apodado "il fabbrino", es el más famoso.

Tal vez sea difícil de encontrar las causas que hacen que personajes de esta calaña sean sistemáticamente votados a pesar de sus opiniones o sus actuaciones, pero siguen ahí, luego es necesaria una reflexión sobre la "alienación" del ciudadano a la hora de votar. Acaso, ¿da igual a quién votemos? "Todos roban". Esta afirmación se está extendiendo peligrosamente a todos los políticos y partidos porque algunos han hecho de la política su coto privado. El ciudadano parece contentarse con el "panem et circenses" y queda satisfecho, no reclama justicia social ni pide cuentas al político corrupto. Es más, si el político populista gana las elecciones, la lectura que realiza es que ha sido "absuelto" por la ciudadanía.

Si lo de extraer unas causas sea bastante complejo, tal vez no lo es tanto identificarlos, es decir, reconocer a un político populista porque sigue el manual del populismo, a saber:
- los votos se pueden "comprar": si hay que estrechar manos continuamente o ponerse a repartir "horchata" cuando no es tu sitio, se hace.
- los proyectos irrealizables hay que venderlos como prácticamente acabados y vender humo antes de las elecciones.
- fomentar un aura de salvador del pueblo.
- prometer antes de elecciones puestos de trabajo (que serán designados dedocráticamente).
- gobernar buscando el interés privado.
- no tener ideología ni ideas: esto es muy importante porque el político populista cree que a las personas no se las convence por las ideas sino mediante los gestos.
- decir a cada uno siempre lo que quiere oir.
- decir blanco para luego decir negro: el populista cree que el votante no suele tener memoria, por lo que no importa si se contradice.
- cuidar la imagen (la forma) por encima del mensaje (el contenido).

Este es el manual del político populista, un personaje que despierta un interés entre la ciudadanía, reconozcámoslo, porque trabaja continuamente la imagen aunque sus palabras no digan nada, y aunque todo el mundo sepa que no es una persona intachable moralmente. ¿Qué importa? Lo que le importa al ciudadano no es qué puede hacer por el pueblo, sino qué puede hacer por él en particular.

3 comentarios:

  1. Meravellosa reflexió

    salut i petons

    raquel

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  2. Muy bueno, si señor, muy bueno.
    Pero oye, una pregunta, ¿has hecho una definición general de político populista o has descrito a Ramón Cerdá y a José María Amorós? Parece la definición de ambos, más que una definición general. En cualquier caso lo entiendo en Ramón Cerdá, ¿de que otra forma puede comportarse si quiere seguir viviendo de la política? Pero no lo entiendo en absoluto en José María Amorós, el no necesitaría comportarse así.

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  3. Cuando describía al político populista, no te voy a negar que me venía uno a la cabeza, aunque es verdad que José María Amorós no entra tan de lleno en este perfil populista. En fin,a buen entendedor...

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